La Organización Mundial de la Salud (OMS), en su definición de salud, establecía que esta es el estado de perfecto bienestar físico, psíquico y social, y no sólo la ausencia de lesión o enfermedad.
Por tanto, yéndonos a la antigua frase de “Mens sana in corpore sano”, a la que hoy en día relacionamos con el ejercicio, no podemos reducir la salud a tener simplemente un cuerpo sano. Cuerpo y mente no están separados, sino que interaccionan, “no van por libre”.

Hoy en día, no hace falta recordar los importantes beneficios que tiene el ejercicio físico para la salud (teniendo en cuenta, el ejercicio adecuado para cada persona, según sus condiciones individuales). Sin embargo, desde el campo de la salud mental, cada vez se da más importancia a la actividad física de cara a tratar otros problemas psicológicos como ansiedad, depresión, etc. e incluso prevenir su aparición.

Salud mental: un estado de bienestar.

La salud mental se define como un estado de bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera y es capaz de hacer una contribución a su comunidad.

Por desgracia, muchas veces detrás del ejercicio físico excesivo se esconden trastornos psicológicos graves, tales como la anorexia, la bulimia y la cada vez más frecuente vigorexia. Aunque estos últimos (ya que suelen ser en su mayoría varones) tengan un cuerpo “envidiable” a ojos de los demás, ellos mismos no lo ven así, lo cual les genera un verdadero sufrimiento. El deporte físico, se convierte en ocasiones en una “obsesión” y “adicción”, en las que las personas sufren “síndrome de abstinencia” si no pueden realizarlo, o al menos el tiempo que “ellos consideran necesario”.

Ahora, bien, la actividad física, también es un eje fundamental en el tratamiento de muchos otros problemas psicológicos.

En estudios realizados relacionando el ejercicio físico con los problemas de ansiedad, se he descubierto, que los participantes “experimentan un aumento de la energía a la vez que se sienten más relajados”. Además, se ha constatado que el sistema inmunitario se refuerza por la práctica regular de ejercicio físico.

Respecto a la depresión, caracterizada por “ideas negras”, pesimismo y desvalorización de uno mismo y los demás, que no dejan de dar vueltas a la cabeza, se ha comprobado que una de las características del esfuerzo físico prolongado es que permite precisamente detener, al menos temporalmente el fluido constante de “ideas negras”, por lo cual, es importante su práctica para controlar el trastorno.

En algunos estudios, se ha comparado el efecto de algunos antidepresivos y el ejercicio moderado sobre los síntomas depresivos, dando resultados similares. En un estudio de la universidad de Duke, se demostró que no solo las personas jóvenes se beneficiaban de los efectos del ejercicio físico. En pacientes deprimidos de entre 50 y 67 años, “el simple hecho de practicar treinta minutos de caminata rápida, al menos tres veces por semana, produjo al cabo de cuatro meses exactamente el mismo efecto que un antidepresivo”. La única diferencia es que el antidepresivo aliviaba los síntomas con un poco más de rapidez, pero no en mayor profundidad.

Se pueden decir muchas más cosas sobre los efectos beneficiosos del ejercicio físico sobre la salud mental y el bienestar psicológico en general. El ejercicio, no es solo para el verano. Cada persona, debe adecuar su actividad física a sus condiciones, y a su vez, acudir a los profesionales que corresponda en función de sus dolencias (médicos, psicólogos, psiquiatras, etc.) pero debemos acostumbrarnos a que forme parte de nuestra vida cotidiana, no solo en relación a la estética. La práctica del mismo en compañía, produce además un mayor bienestar, puesto que a las ventajas que en sí mismo nos proporciona el ejercicio, se suman las que viene derivadas de la interacción social sobre el bienestar psicológico. Otro tema del que hay mucho que decir.