Casi todos nos hemos encontrado en un momento u otro con personas que sufren lo que llamamos dependencia emocional, es decir, personas a las que vemos excesivamente “enganchadas” a una relación de pareja que en la mayoría de los casos les produce un sufrimiento extremo. Los más allegados asisten impotentes al proceso de destrucción personal y social en el que se ven inmersos en un intento desesperado por mantener ésa relación que todos los demás ven cómo nefasta. Se les llama “adictos al amor”, personas con ansiedad de separación, autodestructivas o incluso “masoquistas” porque nos cuesta entender que se mantengan en relaciones que les hacen tanto daño y que si en algún momento ésa relación se rompe vuelvan reiteradamente con la persona “amada” (situación que vemos repetidas veces en casos de malos tratos).

La dependencia emocional afecta tanto a hombres como a mujeres, y cuando se llega a los malos tratos, ya sean psicológicos, físicos, etc. puede venir por parte de cualquier, si bien, puesto que la actual ley de “Violencia doméstica o en función del género” española solo contempla (por motivos muy largos de explicar) el maltrato de hombre a mujer, muchos caso de dependencia emocional, abuso psicológico, etc. (cuando la relación llega a límites extremos) pasan desapercibidos, así como los casos de dependencia emocional en parejas del mimo sexo.

La dependencia emocional es la necesidad afectiva extrema que una persona siente por otra a lo largo de sus diferentes relaciones de pareja. No es sólo que sean dependientes de una persona concreta, a la que denominaremos “objeto”, si no que son dependientes de un tipo de relación cuyo patrón van repitiendo a lo largo de su vida. De hecho, si rompen una relación de éste tipo, al poco tiempo establecen otra con características similares y que les genera el mismo sufrimiento. El dependiente necesita un acceso constante a su “objeto” ya sea físico, telefónico… Priorizan la relación de pareja sobre cualquier otra cosa incluyendo familia o trabajo. Tienen tendencia a idealizar al “objeto amado” -persona a la que no ven defectos, es “ideal”, etc.- ante el que se someten y subordinan porque tienen un miedo atroz a la ruptura y son capaces de soportar cualquier cosa, por muy humillante y vejatoria que sea con tal de evitarla. A parte de ésto, los dependientes tienen una bajísima autoestima, no se quieren y tienen una necesidad constante de agradar a todo el mundo. Sufren otros trastornos cómo ansiedad y depresión junto con un casi permanente estado de ánimo negativo, y pese a que reconocen que su relación de pareja les hace infelices tienen la sensación de no poder seguir viviendo si se rompe. En muchas, casi todas las ocasiones su estado de ánimo depende de si notan que su “pareja” está de buen humor, les hace caso, etc.

Sus relaciones de pareja siguen un patrón muy característico. Las inician con un periodo de euforia: han encontrado a alguien interesante y vuelcan todos sus esfuerzos en él/ella. Se dan a un 100%, olvidándose de todo lo demás. Pasan luego a una fase de subordinación y desequilibrio de la relación. Se ponen por debajo en todos los aspectos, desde planificación de actividades hasta temas cómo el económico o sexual. Progresivamente la pareja entra en una fase de deterioro que será dónde se mantenga la mayor parte del tiempo. El dependiente empieza a “sufrir la relación” en vez de disfrutarla. Hay abusos y humillaciones por parte del “objeto amado o idealizado” y un casi constante maltrato psicológico pudiéndose llegar también a los malos tratos físicos. El dependiente lo aguanta todo. Puede llegar a disculparse de lo que sea (aunque no tenga de qué) con tal de evitar la ruptura puesto que su baja autoestima y el miedo al abandono le obligan a permanecer en la relación. De ahí que su entorno los considere como “masoquistas”. El “objeto idealizado” sabe el poder que tiene sobre la persona dependiente y lo utiliza a sabiendas. Si se produce la ruptura (normalmente porque el objeto se ha cansado o ha encontrado a otra persona) el dependiente pasa por un verdadero síndrome de abstinencia en el que puede hacer todo tipo de intentos para que el otro vuelva: llamadas telefónicas, hablar con terceros para que intervengan, súplicas… llegando a extremos difíciles de imaginar. Y a la mínima oportunidad vuelven a la relación ante el asombro del entorno. Si no lo consiguen lo más probable es que establezcan otra de las mismas características con otra persona con el mismo perfil. Normalmente el objeto depositario de la necesidad emocional del dependiente no es tan “ideal” a ojos de los demás. Suelen ser personas narcisistas, explotadoras, manipuladoras. Se sienten muy importantes y están pagados de sí mismas y aunque no actúan normalmente en público cómo lo hacen con su pareja no suelen tener relaciones de amistad y aprovechan hábilmente las debilidades del dependiente para aumentar su ego.

Si bien la dependencia emocional afecta más a mujeres, no es exclusiva de ellas. De hecho, es cada vez mayor el número de hombres que la sufren, pero muchas veces porque es el hombre el que suele tener más recursos económicos, entre otros factores, hace que a la mujer le suela costar más abandonar la relación.

Tampoco entiende de nivel económico o social. Los que la sufren, si piden ayuda por su trastorno lo hacen cuándo su salud psicológica está ya gravemente deteriorada, porque familiares o amigos los empujan a ello o porque no pueden aguantar el sufrimiento del síndrome de abstinencia de la ruptura.

Existen diversas teorías para explicar qué hace que una persona llegue a tales extremos, pero lo que es cierto es que independientemente de las causas si no reciben ayuda especializada están condenadas a repetir estos comportamientos y a vivir eternamente infelices, porque lo que es cierto es que la relación, si la mantienen y la mantienen en los mismos términos, no suele ir a mejor para ellos.

El primer paso es que la persona se de cuenta que el amor y la dependencia no es la misma cosa, que perder una pareja aunque consideren ideal, no es el fin del mundo (aunque se lo parezca) y que, con ayuda de profesionales conocedores del tema, recuperen su autoestima y corrijan todos aquellos aspectos que les hacen caer constantemente en relaciones de este tipo.

Repito, no es un problema solo de mujeres, otra cosa es que una ley no contemple por ejemplo los malos tratos psicológicos ejercidos por una mujer a su pareja, puesto que solo contempla el maltrato, como dije antes, de hombre a mujer, y ni siquiera de mujer a mujer. Como entrar en cuestiones jurídicas incomprensibles en un país supuestamente desarrollado como España, lo más importante es que el dependiente se dé cuenta, acuda a tratamiento psicológico (dónde nunca se le pedirá que deje a su pareja, es algo que debe decidir la persona cuando se sienta preparada para hacerlo o para decidir no seguir viviendo de la misma forma).

Si alguien se encuentra en esta situación, o alguien tiene un conocido que la sufra, sin presiones, que le proponga acudir a un profesional, y que se recupere como persona, puesto que muchas de ellas, han sido totalmente anuladas.