Seguramente el comportamiento y la actividad sexual humana sean las áreas de la conducta dónde más difícil sea establecer lo que es normal y lo que no lo es, y así mismo, sea en la que más han predominado las tradiciones populares, los mitos, los tabúes y las leyendas. Los criterios para hablar de “normalidad” varían de una cultura a otra, en distintas religiones y sociedades, y dependiendo de la época histórica. Un claro ejemplo ha sido la homosexualidad, considerada como “normal” en la Antigua Grecia, y motivo de persecución y pena de muerte en otras épocas y lugares (de hecho en algunos países sigue considerándose delito).

En los últimos años -si bien queda mucho por avanzar-, se ha producido un cambio social en lo que se refiere a la sexualidad que ha posibilitado el desarrollo en esta área. Los factores más importantes para éste cambio (Labrador, 1994) son los siguientes:

– El reconocimiento, aceptación y preocupación por la respuesta sexual en la mujer, y por su satisfacción sexual.
– El interés por el sexo y la liberalización con respecto a una amplia gama de conductas sexuales.
– La importancia dada al hecho de mantener unas relaciones sexuales satisfactorias.
– La facilidad de acceso a material informativo.
– El interés científico despertado por el tema, que ha hecho que comience a dejar de ser un tema tabú y de “mal gusto” para muchas personas.

Sin embargo, los problemas sexuales son más que frecuentes, afectan a muchísimas parejas y suelen ser motivo de tensiones tanto para dentro de la misma, como para la persona individual.

Diríamos que un trastorno sexual sería “la experiencia subjetiva de malestar en relación con algún aspecto de la actividad sexual propia”.

Si bien esta definición es muy amplia y requeriría muchos matices, seguramente los problemas sexuales más frecuentes, y que causan un malestar subjetivo mayor, son lo que llamamos disfunciones sexuales, es decir, cuando algo en lo que llamamos “respuesta sexual” (los cambios que se producen en el organismo ante la excitación) “no va bien”.

Las disfunciones sexuales incluyen los trastornos del deseo sexual (falta de deseo ya sea en hombre o mujeres o deseo sexual inhibido), trastornos por dolor, como la dispaurenia (coito doloroso) o vaginismo, la eyaculación precoz, la pérdida de erección por causas psicológicas, la anorgasmia tanto masculina como femenina, etc.

Muchas veces el hecho de que haya un trastorno por ejemplo por dolor, o la incapacidad de llegar al orgasmo, hace que el problema derive en la falta de deseo sexual, que en muchas parejas, se vive como un problema o acarrea conflictos que alteran toda la relación de la misma.

Pese a que existe un gran acceso a información, es cierto que los tabús y mitos en las sexualidad y la más que pobre educación sobre el tema, hace que mucha gente sienta reparos, a la hora de consultar sus problemas. De hecho, casi todas las personas saben poner en los buscadores de Internet “eyaculación precoz”, pero a pocas se les ocurre que exista algo que llamamos dispaurenia.

Mucho mitos hacen que los problemas causen aún más preocupación, tales como “que la mujer debe llegar al orgasmo por la penetración”, (así, que si no se alcanza así, las propias mujeres piensan que “les pasa algo o son raras”), que los “hombres siempre están dispuestos”, que “si hay amor el sexo tiene que funcionar bien”, “que ambos miembros de la pareja tienen que tener siempre el mismo deseo” y un larguísimo etc. que hace que muchas personas sigan viviendo la sexualidad de una manera poco o nada satisfactoria.

Además, no es raro que cuando aparece un problema, digamos “en la cama”, la persona se pregunte mil y una cosas, y por cuestiones culturales o vergüenza, no se atreva a preguntar. También son muchos los que tienen dudas o curiosidades, y tampoco se atreven a preguntar a los especialistas adecuados.

Internet es un arma de doble filo, pues si bien abre un mundo de información infinito, mucha de la que se puede leer sobre este tema es incorrecta, o lleva a mantener mitos. De ahí que sigan vendiéndose aparatos para “alargar el pene”, pastillas y productos que supuestamente aumentan “el vigor sexual”, y muchas otras sustancias que pueden ser muy peligrosas para la salud. No es raro que se compren viagra y similares por Internet, sin haber ningún control médico, por ejemplo.

Si bien las disfunciones sexuales causan mucho malestar tanto a la persona que las sufre como dentro de la pareja, son relativamente fáciles de solucionar con la ayuda de un experto. Una vez descartada cualquier causa orgánica, las nuevas técnicas de terapia sexual se han mostrado muy eficaces para resolver estos problemas, la mayoría derivados de una falta de educación sexual o una mala educación sexual.

Evidentemente, cada caso tiene sus propias peculiaridades y debe ser analizado individualmente, pero, en un mundo “aparentemente tan liberado” en este tema, lo primero es acudir al especialista adecuado, igual que iríamos por cualquier otro problema. Y como con cualquier tema que nos afecte a nuestra vida cotidiana.

Algunos de los factores predisponentes a los problemas sexuales pueden ser:

– Educación restringida.
– Malas relaciones familiares.
– Información sexual inadecuada.
– Primeras experiencias sexuales traumáticas.
– Inseguridad temprana en el papel sexual.

Si bien puede haber muchos más.

Dentro de las disfunciones sexuales, también debemos pensar que pueden ser primarias, es decir, que ocurran desde siempre, o secundarias, que empiecen a ocurrir a partir de algún suceso o momento determinado.

Dado el malestar que produce el llevar una vida sexual poco o nada satisfactoria, son motivos más que suficientes para que se acuda o consulte a un especialista en el tema y se busque la solución a ellos. Y cómo haríamos con cualquier otra cosa, si tenemos dudas sobre sexualidad, no hay que quedarse con ésa duda por no preguntar, o hay que tratar buscar información fiable antes de darle vueltas a la cabeza o basarnos simplemente en lo que escuchamos en la calle, que en la mayor parte de los casos, no es información correcta ni fiable y no suele ser el mejor remedio.

Queda mucho por hablar de sexualidad, sin duda. Y mucho que hacer en educación sobre este tema.