El Diccionario de la Real Academia Española define los celos como:

“Sospecha, inquietud y recelo de que la persona amada haya mudado su cariño o afección, poniéndola en otra”.

A esta definición se han añadido otras teniendo en cuenta fenómenos pertenecientes a este sentimiento, como por ejemplo la de Marina y López Rivas:

“La presencia o los actos de un rival (real o imaginaria) provoca un sentimiento de temor, irritación y envidia, por la amenaza de que pueda arrebatarle la posesión o el afecto de una persona, sobre la cual se proyectan sentimientos de inseguridad, sospecha y furia”

Aquí, en esta última definición sentimental del término “celos” se marca una diferencia importante, a saber, la presencia real o imaginaria de un rival.

Cuando la presencia es real se habla de celos provocados por la infidelidad de alguno de los miembros de la pareja. Estos celos tienen una “validación objetiva”. Son comprensibles, aceptados y de sentido común dentro de los parámetros socioculturales en los cuales vivimos. Por decirlo de otro modo: La infidelidad es un hecho, los celos un sentimiento y como sentimiento, en la mayoría de las ocasiones carecen de fundamento. En palabras simples, sentirte mal porque tu pareja te haya sido infiel, es perfectamente normal, sin embargo, pensar que puede serlo, o puede poner su interés en otra persona, no lo es, y puede llevar a que el celoso sufra un malestar profundo, y convierta la vida de su pareja en un verdadero infierno.

Lo que es cierto es que el límite entre lo que llamaríamos “celos normales” y lo que llamaríamos “celos patológicos” es muy difícil de establecer, y es cuando en una pareja, la situación se vuelve insostenible, puesto que el celos@ estará convencido de lo “normal” de su desconfianza, y la otra persona suele caer en la trampa de intentar justificar cada uno de sus movimientos, con el intento vano de tranquilizarlo, lo cual, paradójicamente, aumenta aún más la desconfianza de la persona celosa.

Los celos se dan en personas predispuestas a padecerlos. Pese a que en algunos ámbitos de su vida muestren gran seguridad, suelen ser personas con baja autoestima, inseguras y con un fuerte temor al abandono. Cualquier situación trivial de la vida cotidiana para un observador externo, puede desencadenar un episodio de celos, y poco a poco la vida del celosos comienza a girar en torno a sus miedos, que llega a determinar sus comportamientos y a interferir gravemente en su vida cotidiana (Echeburúa).

Hay varias circunstancias “normales” que facilitan más que se desarrollen los celos. Por ejemplo que la pareja muestre interés por otra persona, no físico o sexual, sino simplemente que exprese una opinión positiva sobre alguien, que se lleve bien con un compañero de trabajo, que sea amable con un vecino, que tenga interés por un personaje de la televisión… En estas situaciones la persona celosa se siente humillada, pues ve a cada persona por la que su pareja pueda sentir interés (repito, no tiene que ser físico ni sexual) como un posible “rival”, y su ya normalmente baja autoestima se resiente aún más.

Otras situaciones que despiertan la inquietud de la persona celosa es el paradero de la pareja. Por ejemplo, que se retrase al llegar del trabajo, que no responda una llamada telefónica, que tarde “demasiado” tiempo en contestar a un sms, que no esté en el sitio previsible (por ejemplo que en vez de volver a casa inmediatamente haya parado un momento a tomar algo con alguien), etc. Éstas y otras situaciones disparan todo tipo de pensamientos de ansiedad en el celoso. El problema está en su forma de interpretar o pensar sobre los hechos, es decir, la mayoría de las personas si la pareja se retrasa al llegar del trabajo pensarían que ha encontrado mucho tráfico, o que ha tenido que alargar su jornada por trabajo atrasado, que no ha podido responder a una llamada porque estaba ocupado, etc. Sin embargo, en personas que conviven con un celoso, la vuelta a casa se convierte en un verdadero “interrogatorio” para buscar las “verdaderas razones” para el celoso de esos hechos. Sin embargo, por muchas explicaciones que reciba, el celoso nunca se siente satisfecho y aumenta su inquietud, lo que lleva al cada vez mayor deterioro de la pareja. Cualquier situación, por nimia que sea para el entorno externo, sirve para que al celoso se le encienda “la luz roja”.

Normalmente las conductas más frecuentes realizadas por los celosos son:

– Las preguntas inquisitivas, como por ejemplo, ¿qué has hecho? ¿con quién has estado? ¿con quién hablabas por teléfono? ¿por qué te has retrasado? ¿cómo es que has llegado tan tarde? Y un larguísimo etc.
– Interés reiterado por el pasado de la pareja, como sus relaciones anteriores, amigos, etc.
– Llamadas telefónicas constantes, tanto para “controlar a la pareja”, como para intentar tranquilizarse recibiendo su atención.
– Apariciones inesperadas. Por ejemplo aparecer en el lugar de trabajo (aunque el objetivo último sea asegurarse de que realmente está allí), si ha dicho que iba a casa de alguien aparecer, y otro largo etc.
– En muchos casos, registro de objetos personales, como mirar el móvil, el correo electrónico, controlar con quién contacta por las redes sociales, etc.
– Sexo compulsivo, como una manera de intentar que la pareja no necesite de otra persona para cubrir esa área.

Las conductas pueden variar en grado cuantitativo y cualitativo, pero casi siempre la pareja se deteriora puesto que la otra persona se siente cansada ante tanto interrogatorio y control, y sobre todo ante la incapacidad de hacer ver al celos@ que sus preocupaciones son absurdas.

Muchas personas acaban cediendo a las demandas de la persona celosa, desde restringiendo sus salidas, modificando la forma de vestir, intentando estar localizables siempre, cortando relaciones con antiguas amistades, etc. Pero nunca es suficiente. Y si bien el celoso sufre por su inseguridad, su pareja acaba viviendo en un verdadero tormento.

Los celos responden a que el celoso ve la realidad desde una óptica distorsionada, seguramente consecuencia de su baja autoestima e inseguridad. Por tanto, si es consciente del problema, éste se puede tratar, y son muchas las parejas que superan este problema y pueden retomar una convivencia satisfactoria para ambas partes. Si el celoso no reconoce que tiene un problema, lo más probable es que los conflictos en la pareja empeoren, y en muchos casos, su peor miedo, el abandono, se haga realidad. Como en todos los problemas, hay grados, y muchas veces los celos pueden llevar a la violencia doméstica, y siempre a un sufrimiento de ambas partes.

Muchos celosos justifican su conducta por el “amor” que sienten por su pareja, pero el amor dista mucho de ser posesión, y de tratar de limitar la libertad de la persona amada.
Seguramente hay muchas personas que están implicadas en relaciones con personas celosas, y no ven una salida para su problema. Intentar hacerle razonar no suele servir. Buscar ayuda especializada puede ser la mejor salida, aunque en un principio el celoso no reconozca que tiene un problema, pero sí puede reconocer que hay un problema en su pareja, lo que puede que, con la ayuda de un psicólogo, haga que acabe percibiendo que su forma de pensar distorsionada y sus conductas de control desproporcionadas son la causa del problema en la pareja, y ser capaz de poner en marcha, siguiendo las orientaciones del psicólogo las técnicas específicas para resolver y “aprender” a ver el mundo y las relaciones de otra manera más sana y que no genere sufrimiento para ninguna de las partes.

Siempre es mejor prevenir que curar, así que cuando antes se detecte el problema y antes se pongan en marcha las medidas necesarias para solucionarlo, más probabilidades de éxito tendrá el tratamiento.

De celos se podría escribir y hablar mucho y desde muchas perspectivas. Espero que esta breve introducción pueda ser de utilidad a algunas personas.