Todavía en la universidad, oí a un profesor decir que uno de los grandes retos para la psicología en el siglo XXI sería el tratamiento de las adicciones, ya no solo químicas sino las también llamadas “adicciones sin drogas”: ludopatía, adicción a nuevas tecnologías, adicción al sexo, a la comida, etc. Pero éstas merecen un capítulo aparte. Pero… ¿Qué pasa con la cocaína?

Si bien el consumo lúdico de esta sustancia empezó ya en los años 80, era también la época en la que se consumía heroína masivamente, del SIDA y un momento en que la cocaína parecía ser una droga más “elitista”, en el que se creía que no enganchaba y en la que en los centros para drogodependientes era raro ver gente que se trataba de dicha adicción.

En este momento se nos está escapando de las manos, el consumo de cocaína, cada vez en gente más joven, va en aumento. Ya no es la droga de una minoría, pero los consumidores siguen considerando que no es peligrosa, ya que la mayoría sólo la consume en fines de semana y asociada a acontecimientos festivos. Por una parte, el gran desconocimiento de esa droga y de los efectos que produce, así como la vieja imagen del heroinómano que necesitaba consumir cada poco tiempo para reducir los síntomas del síndrome de abstinencia, hace que los consumidores de cocaína no tengan conciencia de su adición. Frases cómo “yo controlo”, “solo consumo los fines de semana”, “lo puedo dejar cuando quiera”, “yo no soy un yonky”, etc. son las excusas más frecuentes para no asumir que existe un problema. Si bien gran parte de la negación puede tener que ver con el desconocimiento del funcionamiento de la propia droga.

Lo primero que tenemos que tener en cuenta es que la cocaína es una droga que tiene un funcionamiento totalmente distinto de la heroína. Ésta es una droga depresora del Sistema Nervioso Central, mientras que la cocaína pertenece al grupo de los estimulantes, por lo que afectan de forma distinta al cerebro y producen efectos distintos. La heroína se ha puesto siempre como ejemplo de droga adictiva, si bien parece que la cocaína tiene un potencial adictivo incluso mayor. En estudios con ratas y monos se ha visto que teniendo la posibilidad de elegir entre comida, agua o cocaína, la mayoría morían de deshidratación o desnutrición con tal de seguir recibiendo sus dosis de cocaína. Da que pensar.

En general el consumidor busca en un principio los efectos placenteros que le provoca esta droga que son principalmente euforia, grandiosidad, hiperalerta, hipersexualidad, extroversión etc., si bien, con el consumo continuado, el efecto ya no es “tan bueno”. El consumo crónico de cocaína (lo cual no quiere decir todos los días, ni siquiera día sí, día no) puede producir trastornos físicos y psiquiátricos graves que la mayoría de los consumidores desconocen, tales como trastornos depresivos, trastornos de ansiedad y psicosis (en muchos casos irreversibles) que se caracteriza por ideas paranoides, suspicacia, irritabilidad, retraimiento social y conductas violentas o potencialmente suicidas, además de lesiones irreparables en el cerebro.

La adicción a la cocaína es una enfermedad tratable, que requiere la ayuda de profesionales especializados en el tema. Hasta hace poco se creía que solo producía un síndrome de abstinencia psíquico, pero no físico. Pero ninguna sustancia que afecte al Sistema Nervioso Central está libre de este síndrome de abstinencia, que en el caso de la cocaína se manifiesta en los irresistibles deseos de volver a consumir (el llamado “craving”), con lo que reinicia el círculo vicioso de la adicción. También pueden aparecer dolores gastrointestinales y otras sensaciones desagradables, depresión, alteraciones del sueño, somnolencia, etc…

Uno de los mayores problemas que tenemos para el tratamiento de estos pacientes es por una parte su negación del problema y por la otra, la práctica inexistencia de programas específicos para ellos. Si bien los heroinómanos eran en general, un grupo bastante homogéneo, los cocainómanos son muy heterogéneos. Podríamos decir que es una epidemia que ahora mismo no entiende de edades, sexos, o grupos sociales. Además, ningún programa para el tratamiento de las adiciones ha demostrado ser 100% efectivo. Se trata de encontrar aquel que le vaya bien a cada persona en concreto.

Otro tema que se ha discutido mucho, es cómo fijar el límite entre lo que es adicción o no. Quizás no sea lo más científico, pero para la persona que consume (y que al fin y al cabo es la que debe decidir pedir ayuda o no) es reflexionar y preguntarse: ¿Tengo o no tengo un problema con la cocaína? Y puede intentar responderse a estas preguntas.

– ¿Tienes dificultad para decir no cuando te ofrecen cocaína?
– ¿Te has propuesto un día o una temporada no consumir y no lo has conseguido?
– ¿Sientes a veces deseos irresistibles de consumir?
– ¿Has gastado más dinero del que podías en la sustancia?¿Lo has pedido prestado, te has endeudado o lo has robado?
– ¿Tu consumo te ha ocasionado problemas de salud, en el trabajo, con tu familia, etc..?
– ¿Has “trapicheado” para mantener tu propio consumo?
– ¿Ocultas o mientes sobre el consumo?

Si has contestado varias veces que sí, es posible que tengas una problema… Puede ser bueno que lo pienses un poco.